Tardé un par de días en escribir mi
respuesta porque la verdad no tenía muy claro que contestarla y a raíz de eso
se me ha ocurrido hablar sobre el duelo genético.
Realmente la donación de embriones no me
la llegué a plantear muy en serio, primero porque según los médicos nos explicaron
el problema era básicamente de mis óvulos, y una cosa es que yo renunciase a
mis genes y otra que hiciese renunciar a mi marido a los suyos. Y segundo porque
una vez que lo hablé con uno de los gines de la SS no fue excesivamente
entusiasta con su respuesta, pero una cosa que dijo me dejó un poco con la duda
(y creo que algo de razón tendría), que los embriones que se adoptan vienen de
parejas que han tendido problemas para quedarse embarazados, por lo que partimos
de embriones en los que no hay mucha seguridad de la calidad que tienen y de cuál
ha sido el problema de sus “padres”, por lo que los resultados de estas
técnicas son menos buenos que las técnicas de donación de gametos. Por el
contrario la donación de embriones es mucho más económica que la donación de
gametos y puede ser una opción para parejas que necesiten una doble donación y
además no dispongan de mucho dinero (ya sabemos que los tratamientos de
fertilidad son muy caros y negativo tras negativo minan la salud bancaria de la
mayoría).
Según avanzábamos por los tratamientos
(3IA y 4FIV 1 transfe vitrificados), la opción de la ovodonación se iba
haciendo cada vez más patente, y aunque en un primer momento yo estuve incluso
tentada de hacer una FIV más para intentarlo con mis genes, finalmente me rendí
a las evidencias y a lo que mi gine me recomendó. En una reunión post transferencia
de vitrificados con beta negativa, mi gine me dijo muy sabiamente cuando yo le
plantee hacer una FIV más, que ya era hora de ser feliz y sobre todo de dejar
sufrir. La conversación posterior con ella fue sobre las expectativas de éxito con
la ovodonación y todas las dudas sobre el tratamiento a seguir.
Salimos de la consulta con la promesa de
darle una vuelta y volver a llamar para iniciar el tratamiento una vez lo tuviésemos
muy claro y decidido.
Me costó unos 4 meses tomar la decisión,
bueno, más que tomar la decisión, decidirme a llamar.. Era como si en mi cabeza
lo tuviese claro pero mi corazón fuese incapaz de dar el paso adelante, porque
darlo significaba dejar atrás mi carga genética… y aunque ahora lo pienso y me
parece una soberana tontería, me costó mucho tomar la decisión. Lloré mucho,
porque siempre soñé con tener un peque en el que pudiese identificar mis rasgos
como yo hacía con mis padres, verte reflejada en alguien diminuto que apenas
sabe comunicarse pero que tiene gestos y rasgos que son tuyos… Asumir que eso
nunca lo vas a tener, es duro, pero realmente sería mucho más duro no poder
tener la oportunidad de ser madre, y eso es lo que finalmente me ayudó a tomar
la decisión.
Durante esos cuatro meses marido y yo
hablamos mucho, bueno, durante esos cuatro meses y los anteriores cinco años de
tratamientos, e incluso nos llegamos a plantear la posibilidad de seguir
nuestra vida sin niños… y la verdad, que la sola idea de no ser madre nunca me causaba
más ansiedad que los propios negativos… así que sopesadas todas las opciones y tras
asumir que la carga genética es algo insignificante y que por encima de todo está
el ser madre y el poder criar y cuidar a un ser independiente, y ayudarle a ser una persona feliz, finalmente
me sentí con las suficientes fuerzas para tomar la decisión y dar un paso
adelante.
La primera cita con mi gine para
comenzar el tratamiento fue muy feliz… he de reconocer que salí de la consulta
con una ilusión enorme y con ganas de comerme el mundo, y con la seguridad de
que había dado el paso acertado. Desde entonces y hasta que empezó el
tratamiento, me sentí con una paz interior que hacía mucho tiempo que no sentía.
Me había descargado de toda responsabilidad y me había quitado un peso enorme,
el peso de los negativos. El nuevo tratamiento podía fallar o no, pero no
dependía exclusivamente de mis óvulos y eso me daba una fuerza y una calma que hacía
mucho tiempo no sentía.
Para mi hay un antes y un después de
aquella decisión, y sé que es la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. Si estáis leyendo esto porque os encontráis pasando el duelo genético o estáis
a punto de decidir si optáis por donación de gametos o embriones, pensad que lo
que más importante de todo es que gracias a estas nuevas técnicas vais a poder
crear vida, llevarla dentro de vosotras y sobre todo se abre una puerta nueva a
vuestra felicidad.
Como muchas ya sabréis actualmente me encuentro
en la semana 22 de mi embarazo por ovodonación en el primer intento y me siento
la mujer más feliz del mundo, y lo único que pienso a veces es por qué tardé
tanto en tomar esta decisión que ha cambiado mi vida para bien.